La derrota en Afganistán debilita a los EE.UU.

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La derrota de EE.UU. en Afganistán modifica todos los términos de la situación mundial, y coloca al debilitamiento norteamericano en el centro de los acontecimientos globales, debido a que 
El debilitamiento de EE.UU. cambia en sus raíces la ecuación de poder mundial en la segunda década del siglo XXI, en especial frente a China, la otra superpotencia del sistema global; y esto ocurre en un momento crucial de la historia del mundo, cuando la economía mundial se encuentra en una etapa de plena expansión en el periodo pos-pandemia; y el capitalismo encabezado por EE.UU. – suprema ironía – se ha sumergido en el completo despliegue de la Cuarta Revolución Industrial (CRI) que es la digitalización forzada de la manufactura y los servicios.
La derrota norteamericana en Afganistán no es militar, sino esencialmente política. El presupuesto de defensa de EE.UU. en 2021 asciende a U$S786.000 millones, más del doble de los gastos de defensa del resto del mundo sumados. En términos militares, no hay segundo país en el mundo. Es la expresión de un poder hegemónico mundial.
Ahora este poder magnífico ha sido derrotado por 75.000 combatientes talibanes que en una ofensiva de 10 días se han apoderado de la totalidad del territorio afgano, incluyendo la capital Kabul, en tanto que el denominado “Ejército de Afganistán”, entrenado, armado y subsidiado por EE.UU. a lo largo de 20 años, con un gasto de más de U$S  billón, se derrumbaba sin combatir frente a la ofensiva talibán.
Las categorías definitivas de la estrategia son las de victoria o derrota. Napoleón le dice a su jefe de estado mayor cuando este trata de explicarle las bajas provocadas al enemigo en la batalla de Austerlitz lo siguiente: “no me moleste con minucias, lo que yo quiero saber es si ganamos o perdimos”. Este es el momento de la verdad de esta ciencia de orden práctico, sobre la premisa de que la estrategia es un subproducto de la política, la ciencia más eminente de la realidad de las cosas.
Esta situación debilita a los EE.UU. cualitativamente en su competencia estratégica con la República Popular, la otra superpotencia del sistema global.
Por “fortuna” para EE.UU. y el mundo – “fortuna” entendido en el sentido clásico de necesidad histórica – la República Popular no aspira a la hegemonía global en reemplazo de la potencia norteamericana. No hay tal cosa. El objetivo de la segunda economía del mundo es colocarse en el centro de los acontecimientos mundiales a mediados del siglo XXI, como el Imperio del Medio que fue en el transcurso de sus 5.000 años de historia, convertido en una potencia capitalista absolutamente integrada al sistema, profundamente innovadora y competitiva de alcance global.
La aspiración de la República Popular es que su poder político en el mundo – su influencia en los acontecimientos globales – surja de la sabiduría en términos de gobernabilidad creada por su historia de cinco milenios. El poder de China es un “softpower”surgido de la competitividad más avanzada del capitalismo, cruzada con una experiencia de siglos como la primera potencia del mundo, el Imperio del Medio.
Hay que dar como un hecho el profundo debilitamiento de EE.UU. en los próximos cuatro años, al tiempo que conviene dar por terminada toda posibilidad de reelección del presidente demócrata JoeBiden, convertido en lo esencial, a partir del domingo pasado, en un ex mandatario norteamericano.
Es altamente probable también, con el respaldo pleno de las leyes de la física – “la mitad del fenómeno político es físico”, dice Charles Maurrás, el gran reaccionario francés -, que los demócratas pierdan las 2 cámaras del Congreso el próximo año, donde hay solo 8 escaños a su favor en la de Representantes, y un empate completo (50 a 50) en el Senado.
Hay que agregar que esta etapa de extraordinario debilitamiento norteamericano que se inaugura, se funda y se potencia en la profunda división y polarización interna, que es la más grave de su historia desde la Guerra Civil de 1861/1865.
“Hay una oscura armonía en las cosas”, dice De Gaulle; y el derrumbe de Kabul el domingo pasado tiene su raíz en el Asalto al Capitolio del 6 de enero de este año.
La ironía de esta situación es que esta enorme derrota norteamericana coincide con un boom económico de extraordinaria envergadura: el PBI creció 6,5% anual en el primer trimestre de 2021, y trepó a un asombroso 13% por año entre abril y junio (Reserva Federal de Atlanta); y a esto se suma una nueva revolución tecnológica desatada por la explosión del teletrabajo en la pandemia, que ha aumentado la productividad de EE.UU15% en los últimos 2 años.
No hay “decadencia” alguna de ningún tipo en EE.UU. Lo que sucede es una profunda crisis política, sumada a una polarización con características de guerra civil, y como tercer término de esta ecuación ominosa hay que incorporar la notoria ineptitud del presidente JoeBiden.
Esta combinación letal es lo más importante que ha ocurrido en la historia del mundo en la última semana, y alcanza su culminación con la victoria de los talibanes.