En un contexto económico de licuación de ingresos, a la falta
de promoción al grado inmediato superior que aguardan numerosos uniformados –en
casos de simple despacho ministerial– se suma una creciente brecha salarial
entre Fuerzas Armadas y de seguridad que preocupa a militares, jefes castrenses
y sus familias. El 17 del mes actual, en ocasión del Día de la Armada, el
ministro de Defensa, Jorge Taiana, anunció en Puerto Belgrano que los salarios
de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) se equipararán con los
de las fuerzas de seguridad federales (Gendarmería, Prefectura, Policía Federal
y Policía de Seguridad Aeronáutica).
Hasta 1983, los salarios militares se asimilaban en los
distintos niveles con los del Poder Judicial. A partir del restablecimiento de
la democracia, dejó de ser así e implicó una significativa caída de los
ingresos del personal de las Fuerzas Armadas.
En términos comparativos, en ningún país el salario militar
está por debajo del de las fuerzas de seguridad. En promedio cobran entre un
15% y un 20% más. En la Argentina, los salarios en las fuerzas armadas son
sustancialmente menores a los de las fuerzas de seguridad, lo cual impacta
sobre su obra social, Iosfa, y desfinancia el Instituto de Ayuda Financiera
para el Pago de Retiros y Pensiones Militares (IAF).
Un voluntario, el grado más bajo de las Fuerzas Armadas,
gana 52.186 pesos, mientras que en las de seguridad le corresponden 83.432,67
pesos, algo que explica el drenaje de personal militar hacia estas últimas.
La brecha se acrecentó luego del blanqueo salarial de fines
de marzo, que incorporó bonificaciones y suplementos a los haberes y se
mantiene en todas las jerarquías. El salario más alto de las Fuerzas Armadas
(grado de teniente general en el Ejército, almirante en la Armada y brigadier
general en la Fuerza Aérea) es de 240.194 pesos. Ese valor corresponde apenas a
la quinta jerarquía de las fuerzas de seguridad, con un salario de 252.379
pesos para un comandante principal en el caso de la Gendarmería.
Los seis grados de suboficiales no llegan a cobrar un
salario que cubra la canasta básica que determina la línea de pobreza, al igual
que los tres primeros grados de los oficiales.
El éxodo militar en busca de mejores remuneraciones se da
también respecto de las policías provinciales y en algún caso, como el de la
ciudad de Buenos Aires, el personal militar que pasa a ellas duplica su
salario. Las tentadoras diferencias dan por resultado una significativa
cantidad de bajas entre el personal subalterno de las Fuerzas Armadas, con
niveles de instrucción y especialización importantes, que migra hacia las
fuerzas de seguridad federales y las policías.
Una vez más, debemos poner el foco en la relevancia que
nuestro país asigna a la inversión en defensa. Al igual que al contratar un
seguro para un vehículo, el ahorro en la póliza se traduce en una mala
cobertura que queda en evidencia ante un siniestro. Quien en poder de un
patrimonio valioso no asigna recursos a resguardarlo incurre en imprevisión.
Nuestro país, tierra de enormes y codiciadas riquezas, escasamente poblado, se
encuentra absolutamente desprotegido. El ejemplo de la depredación marítima a
la que asistimos es solo uno de tantos y un mundo convulsionado demanda, sin
más demoras, rever políticas en este terreno. Revisar la cuestión salarial hace
a la preparación y calidad de nuestras fuerzas.
Con la lógica que nunca debió perderse, el Poder Ejecutivo
dispuso también hace algunas semanas la equiparación salarial dentro de las
fuerzas de seguridad federales, con la que cobraba mayores retribuciones, que
era la Policía Federal. De esta manera, las cuatro fuerzas de seguridad
federales tendrán similares escalas salariales.
Que el ministro de Defensa anuncie la equiparación salarial
de las Fuerzas Armadas con las fuerzas de seguridad federales, haciendo
referencia a un compromiso presidencial expreso, responde a un legítimo pedido
militar de casi tres décadas, que incluye no solo correcciones por efecto
inflacionario, según valores publicados por el Indec, sino también una adecuada
jerarquización.
La comida anual de Camaradería de las Fuerzas Armadas por
desarrollarse en julio próximo, en la que tradicionalmente hace uso de la
palabra el presidente, ofrece una oportunidad de reafirmación y precisión de
estos anuncios, que no admiten ya postergaciones.