La indescriptibilidad del conflicto.
Venimos de Haití con la intención de comentar el
desenvolvimiento de la vida social y de la salud estatal de un país que nos
preocupa. Trasuntarlo, explicarlo. Como decimos siempre ”…geografías…”
Tal objetivo se encuentra severamente obstaculizado
por la casi imposibilidad de descripción de aspectos comunes, cotidianos que
ayuden a una pedagogía (llevar de la mano, ciencia del maestro donde en griego
paidos significa niño y gogos: conducir)
Decíamos de una narrativa que en efecto y como lo
dijéramos en repetidas oportunidades, el conflicto y sobre todo el conflicto
interno ensombrece el entendimiento, ofusca la inteligencia dificulta su
asimilación
Entonces las ramificaciones, como los meandros en
un Delta inducen a conductas en los seres humanos prácticamente indescriptibles
Intentar describir una escena ciudadana haitiana no
tiene puntos de referencia para el común de los occidentales, así por ejemplo
explicar que un terremoto no alteró en demasía la fisonomía de su capital nos
habla que de algún modo ese colapso telúrico subyacía en el propio ordenamiento
territorial de su metrópoli. Casas y edificios en su mayoría de una sola planta
de construcción precaria poco altero en su derrumbe la actual fisonomía ya en
gran medida reconstruida.
Una proliferación patológica, inaudita,
intransferible, incomprensible de quioscos de lotería contrasta con la
inexistencia de comercios en los cabales propios de la civilización occidental.
La profusión de “concertina” (ese alambre…), la casi
inexistencia de árboles, la existencia de perros famélicos en lugar de mascotas
(lo son los cerdos en una triple función), la imposibilidad de identificar una señal de
tránsito, la ausencia de semáforos, del sentido de las calles o del nombre de éstas…
desafía la imaginación de un poeta surrealista.
El conflicto cuando se instala enajena el sentido
común, altera las normas de convivencia, enferma el tejido social y
definitivamente interfiere o interrumpe el bienestar de sus habitantes.
Primera función del estado que debe velar por la
plenificación de sus súbditos. Haití está absolutamente mal pero
paradójicamente mejor que hace 10 años. Sus hermanas latinoamericanas, las del
UNASUR, han concurrido a prestar una ayuda, finalmente exigua, aunque ayuda al fin.
Otros países como Japón fueron más contundentes, más efectivos aunque menos
cálidos y construyeron las obras de infraestructura imprescindible para un país
o aquel que pretenda ser así considerado contando con una red de comunicaciones
terrestres equiparable al sistema circulatorio de los seres vivos que lleve las
nutrientes para que todo su cuerpo permanezca vivo.
Haití está mal pero está mejor y este aparente
contrasentido constituye ese principal impedimento para acercarse a comprender
la magnitud de lo que en definitiva los conflictos el distanciamiento la
incomprensión y la intolerancia, la carencia del “affectio societatis”[i]
genera en los pueblos, colapsándolos, sumiéndolos en la oscuridad y llevándolos
a la muerte.
[i] Affectio Societatis: “Voluntad de formar sociedad en virtud de la
confianza reciproca entre los socios que la integran”. (Diccionario de Ciencias
Jurídicas, Políticas y Sociales, Manuel Osorio)