Por Martín Rodríguez Yebra | LA NACION
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El gesto que más conmovió:
Francisco se bajó del papamóvil y rezó ante el muro que separa a Israel de
Cisjordania.
BELÉN.- Envuelto en la mística de la ciudad natal de Jesús, el papa
Francisco pasó de la palabra a la acción en su apuesta por revivir el proceso
de paz en Medio Oriente.Decidió implicarse de lleno y, en una jugada
diplomática sorpresiva y de impacto global, convocó ayer a los presidentes de
Israel y de Palestina a reunirse con él en el Vaticano para "rezar"
por el fin del conflicto crónico que desgarra a la región.
Francisco reveló la oferta de mediación durante la misa que ofició a un
costado de la Iglesia de la Natividad, mientras los asistentes todavía digerían
otro gesto histórico: en su camino hacia la Plaza del Pesebre pidió que se
detuviera el papamóvil y se bajó a rezar en silencio frente al gigantesco muro
de hormigón que separa a Israel de Cisjordania.
Los presidentes Shimon Peres y Mahmoud Abbas comunicaron casi de
inmediato que habían aceptado la invitación. Ya le pusieron fecha: será el 6 de
junio.
El Papa pretende reflotar a través de una iniciativa religiosa el
infructuoso diálogo de paz que impulsó Estados Unidos durante el último año.
Israel dejó la mesa de negociación el mes pasado, cuando el partido de Abbas
anunció un acuerdo de unidad con los islamistas de Hamas, que dominan la Franja
de Gaza.
Las gestiones se manejaron con un hermetismo total, y Francisco anunció
su propuesta al mundo en el final de la misa, cuando recibió la certeza de que
Peres y Abbas darían el sí.
Ante un sol abrasador y delante de 9000 cristianos que se habían reunido
para rezar con él, el pontífice argentino pidió el micrófono y dijo que iba a
dirigirse a Abbas -sentado en primera fila- y a Peres: "Deseo invitarlos a
que elevemos juntos una intensa oración pidiendo a Dios por la paz. Ofrezco la
posibilidad de acoger este encuentro en mi casa, el Vaticano". Religión y
política, dos conceptos que otra vez el papa Bergoglio consiguió fundir hasta
hacer imperceptible la línea divisoria.
El anuncio más impactante de la gira por Tierra Santa pasó casi
inadvertido entre los presentes en la plaza, que agitaban banderitas ante cada
palabra del Papa, pero no comprendían el italiano.
Cuatro horas más tarde, en el aeropuerto de Tel Aviv, Francisco repitió
la invitación en la bienvenida a Israel que le dieron a pie de pista Peres y el
primer ministro, Benjamin Netanyahu.
"Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un
tormento", enfatizó, mientras el viento del desierto le volaba el solideo.
Así como en su primer día en Medio Oriente clamó en cada acto oficial por
el fin de la guerra civil en Siria, ayer se encargó de involucrarse
personalmente en el conflicto territorial entre israelíes y palestinos y sentar
una posición diplomática de equilibrio, pero no exenta de riesgos.
A Belén llegó directamente desde Jordania, sin pasar por Israel, en un
virtual reconocimiento a la soberanía palestina sobre ese territorio. Al
reunirse con Abbas fue explícito y destacó "la buena relación entre la
Santa Sede y el Estado Palestino". Palabras inéditas en boca de un papa.
"Ya es hora de poner fin a esta situación, que se hace cada vez más
inaceptable", leyó Francisco.
Les pidió a las dos partes que tuvieran "la audacia de la
generosidad y creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se
apoya en el reconocimiento, por parte de todos, del derecho de dos Estados a
existir y a disfrutar de paz y seguridad dentro de unos confines reconocidos
internacionalmente".
El festejo palestino
De ahí partió hacia la misa. Conmovió a los fieles que seguían el
recorrido desde una pantalla gigante instalada en la plaza cuando se saltó el
protocolo y se bajó a rezar ante el muro controlado por soldados israelíes que
corta el paso desde Belén hacia Jerusalén. Los palestinos lo celebraron como un
triunfo único. Después, el Papa almorzó con cinco familias cristianas
palestinas que le contaron un mosaico de dramas derivados del conflicto con
Israel.
La apelación a una solución pacífica también surgió en una reunión
distendida que Francisco mantuvo con niños de un campo de refugiados a las
afueras de Belén.
En una sala rodeada de fotos con imágenes de ataques israelíes sobre
poblaciones palestinas, los chicos lo esperaron con carteles que decían:
"Vivimos bajo ocupación" o "Nunca fui al mar".
Francisco recibió regalos, los escuchó cantar y antes de irse pidió el
micrófono: "Leí los carteles. Entiendo el mensaje que me quieren dar.
Quiero decirles que no dejen nunca que el pasado les determine la vida. Miren
siempre para adelante. La violencia no se vence con la violencia; se vence con
la paz".
Para esa hora la apuesta diplomática del Papa empezaba a tomar cuerpo.
"Es una iniciativa original, llena de coraje, para buscar la paz a través
de la oración", detalló el vocero de la Santa Sede, Federico Lombardi.
Peres mandó comunicar de inmediato que iría al Vaticano. "Él siempre
ha apoyado y seguirá apoyando cualquier iniciativa para alentar la causa de la
paz", informó la oficina del presidente. Abbas le dio el sí al Papa al
saludarlo después de la misa.
La cautela israelí
Existían dudas sobre cómo tomaría el plan Netanyahu, después de haber
decidido la ruptura del proceso que gestionaba el secretario de Estado
norteamericano, John Kerry. El vocero de la cancillería israelí, Ygal Palmor,
declaró: "Esta información nos sorprendió y no sabemos si fue algo
improvisado. Es positivo mientras sirva para acercar a los líderes".
De todos modos dejó en claro hasta qué punto es difícil la distensión en un
conflicto que lleva más de 60 años sin tregua: "Los palestinos
convirtieron este viaje de contenido espiritual en un espectáculo de propaganda
política".
A Israel le desagradaron las imágenes de Francisco ante el Muro de
Separación -de gigantesca repercusión internacional-. Donde ellos ven
"seguridad" los palestinos denuncian "ocupación".
A cambio, el gobierno de Netanyahu valora como un hito sin precedente el
gesto que el Pontífice tendrá hoy al homenajear a Theodor Herzl, fundador del
sionismo e inspirador de un Estado para el pueblo judío en Medio Oriente.
El agotador segundo día del Papa en Tierra Santa terminó -tras volar de
Belén a Tel Aviv y de allí a Jerusalén- con una ceremonia histórica: el
encuentro ecuménico con el patriarca ortodoxo Bartolomeu y los líderes de todos
los credos cristianos en la Iglesia del Santo Sepulcro. Esa foto de unidad
religiosa era, en teoría, el objetivo central de la visita hasta que Francisco
se zambulló en el más arriesgado movimiento diplomático desde que empezó su
pontificado.