Estado Islámico y la violencia inhumana
sábado, 14 de marzo de 2015
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A mediados del año pasado, el llamado Estado Islámico, que había ya nacido en el caos faccioso y sectario que se apoderó de Siria, inició una furiosa ofensiva militar y se adueñó también de buena parte de Irak, incluida su segunda ciudad, Mosul, tras apenas cuatro días de combates. Es allí donde, precisamente, se concentra la población iraquí sunnita, variante del islamismo que abrazan quienes conforman Estado Islámico, aunque en una de sus más primitivas versiones.
Una combinación de fanatismo descarnado y capacidad militar provista por ex oficiales de Saddam Hussein resultó entonces prácticamente imparable y las fuerzas de Estado Islámico se acercaron hasta las puertas mismas de Bagdad, donde fueron detenidas, en buena medida gracias a la intervención de las milicias chiitas iraquíes de Muqtada Ahl al-Haq, con el apoyo militar iraní directo. Hoy ellas siguen combatiendo, apoyadas desde septiembre del año pasado por la aviación militar de una coalición de países que también combaten contra Estado Islámico, liderados por los Estados Unidos.
Los contingentes de Estado Islámico comenzaron a realizar y difundir profusamente a través de los medios electrónicos una serie de actos inhumanos de contenido intimidatorio que son expresión de un barbarismo tan violento como descontrolado. Nos referimos a las aberrantes decapitaciones e incineraciones de prisioneros, así como de civiles inocentes, efectuadas en violación flagrante del derecho internacional humanitario. En sus esfuerzos de difusión, los jihadistas sunnitas sostienen que "la mitad de la Jihad es difusión". En las últimas semanas, esa incontrolada sed de sangre se ha volcado asimismo contra los cristianos de la región, especialmente los cristianos asirios, víctimas de una atroz e implacable persecución que está en curso.
La acción de Estado Islámico, por sus patológicas características, representa una clara amenaza a la paz más sustantiva que ha aparecido en Medio Oriente desde que Saddam Hussein invadiera Kuwait en 1990.
Estado Islámico, sin dudas, se especializa en sembrar el terror y en difundir el odio de corte religioso, como siniestra arma de guerra y estrategia de dominación, y como mecanismo para atraer y reclutar a jóvenes fanáticos en todas partes del mundo, además de recaudar fondos.
Desde Raqqa, en Siria, opera su equipo de difusión denominado Al-Furqan, especializado en la guerra electrónica, a través de Internet, y que cuenta con una treintena de personas, muchas de las cuales son multilingües.
Al analizar el fenómeno de la violencia desbordada por la crueldad, hay quienes recuerdan cómo, en 2004, los atentados de Atocha, en Madrid, hicieron caer a un gobierno y llevaron finalmente al socialismo al poder con la promesa de retirar a las fuerzas españolas de la guerra de Irak. Ésa era, precisamente, la exigencia y uno de los objetivos de los terroristas.
Esa estrategia sectaria, llena de simbolismos, ha logrado que los enemigos de Estado Islámico que hasta no hace mucho estaban enfrentados entre sí hoy combatan coordinadamente contra el feroz enemigo común, incluidos norteamericanos e iraníes. En medio del fragor y la violencia, Siria e Irak están desintegrados y no es fácil suponer que alguna vez recuperarán la integridad territorial que tuvieron. Mientras tanto, la difusión de las aberrantes ejecuciones de Estado Islámico seguramente seguirá siendo utilizada como lo que es: un arma más del fanatismo religioso en la guerra por él desatada, que no sabe de normas ni de límites..
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