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Debilidad o estrategia, ¿por qué EI pasó de expandir el califato a
lanzar una jihad global?
Ricard González PARA LA NACION SÁBADO 26 DE MARZO DE 2016
NEZ.- Además de una cuestión de ambiciones personales, la escisión entre
Estado Islámico (EI) y Al-Qaeda reposaba sobre una discrepancia estratégica
importante. Desde los años 90, Osama ben Laden creía que era necesario,
primero, derrotar al enemigo lejano, Occidente, antes de concentrarse en el enemigo
cercano, los regímenes "infieles" árabes, para sólo entonces poder
proclamar un califato.
A través de la ejecución de atentados terroristas en Occidente, Ben
Laden pretendía atraer los ejércitos occidentales en Medio Oriente, infligirles
elevadas pérdidas humanas, forzándolos a retirarse, y abandonar a su suerte a
los regímenes árabes.
En cambio, los líderes de EI defendían la secuencia inversa: primero
había que enfrentarse a los Estados de la región -sobre todo los más
vulnerables y sectarios, como Siria e Irak-, hacerse con el control de una
franja de territorio y declarar un califato. Sólo después de haber fortalecido
el nuevo Estado panislámico y de haber extendido sus fronteras llegaría la
guerra total contra los ejércitos occidentales. Por eso, argumentaban que era
una obligación para todo musulmán, incluidos los residentes en Occidente, emigrar
a su franja de territorio entre el este de Siria y el oeste de Irak.
Sin embargo, hace poco más de un año, los dirigentes del movimiento
jihadista decidieron cambiar sus planes originales y empezar a preparar
atentados terroristas en Occidente. En un video hecho público en febrero de
2015, un responsable de EI se dirige a los "hermanos que viven entre los
infieles en Francia" y les ordena por primera vez que no emigren a Medio
Oriente, sino que perpetren atentados allí "con las armas
disponibles". El jihadismo transnacional volvía a la idea de la jihad
global.
Actualmente, habría unos 400 hombres entrenados para atentar en
Occidente, según un informe de la agencia AP en el que citaba a varios
servicios de inteligencia. La pregunta del millón es por qué hubo ese cambio de
línea.
La justificación de la propia organización es que se trata de una
venganza contra los bombardeos a los que se ve sometida desde 2014 a manos de
una coalición liderada por Estados Unidos y en la que participan los
principales países europeos. En su revista propagandística Dabiq, describió los
brutales atentados de noviembre en París, que se saldaron con la muerte de 130
personas, como "un castigo decretado por Alá" contra los "cruzados"
que bombardearon el califato.
Aquellos atentados marcaron un punto de inflexión, ya que fueron los
primeros coordinados y realizados por operativos bien entrenados. Los ataques
anteriores, como al museo del Holocausto en Bruselas en mayo de 2014, se cree
que los ejecutaron simpatizantes del grupo por su cuenta, lo que se conoce como
"lobos solitarios".
Una segunda interpretación, preferida por algunos expertos, como Olivier
Roy, es que el paso a la jihad global de EI sería fruto de su debilidad, una
vez frenada su expansión territorial. Según el think-tank IHS, el califato de
la milicia jihadista perdió el 15% de su territorio en 2015. "El grupo
está bloqueado. Es un problema para su credibilidad y crea tensiones internas.
Los estrategas del Daesh [acrónimo del grupo en árabe] abren un nuevo frente en
Europa", señaló el analista francés en un diario canadiense.
Sin embargo, como remarcaba Adam Shatz en la London Review of Books,
este argumento no parece definitivo. Cuando EI emitió sus primeras amenazas de
atentados, aún no se había iniciado su retroceso territorial. Su decisión pudo
estar provocada por la voluntad de tensar las relaciones entre las sociedades
occidentales y su minoría musulmana. Cada atentado en territorio europeo
alimenta la islamofobia y el ascenso de la extrema derecha, dificultando la
integración de los musulmanes en Europa. Y de esas turbias aguas pescan los
reclutadores de EI. No hay que olvidar que, según el think-tank Solfan Group,
más de 5000 de sus combatientes, casi un 20% del total, provienen de Europa.
La pugna entre Al-Qaeda y EI por el liderazgo en el campo jihadista
proporciona la última explicación. El meteórico ascenso de EI se entiende por
la deserción de centenares de operativos de la organización liderada hoy por
Ayman al-Zawahiri.
Su magnetismo se debe, sobre todo, a la espectacularidad de sus
acciones, de la toma de Mosul a la decapitación de occidentales. El efecto
propagandístico de atentados como el de París es evidente. Ante la inactividad
en este ámbito de una debilitada Al-Qaeda, EI no dudó en dejar su sangriento
sello, quebrando la vieja hegemonía de su adversario jihadista.
Foto:Reuters/Francois Leonir (ver Facebook: https://www.facebook.com/cascos.azules